El Funeral de las Chencas.

Ella se sentó en el suelo, con el cigarro en una mano & una tijera en la otra. Pasaba & pasaba revistas de moda, recortando cada una de las cosas que le gustaría tener. Recortaba un par de ojos azules, que tuviesen la mirada más coqueta, unos labios gruesos, que no le recordaran quién es ella. Cabellos teñidos con mechas californianas, que no fueran para nada como el chocolate de tus besos. Otro cuerpo más esbelto que no tuviese cicatrices... & así se pasa la noche, fumando & recortando, transformando un adefesio en una hermosura. Ella se pone los parches de revistas en la cara, en el cuerpo desnudo, & tampoco le gusta. Esta es ella, esta es ella nada más. Ojos oscuros como el café que te gusta, cabello chocolate como aquellos besos, labios finos que delineaste en la oscuridad, pómulos saltones que puedes morder, un cuerpo gordo que puedes apretar. & se quedan las cicatrices del fuego de un amor que nunca muere, que nunca morirá... Que se quedará en el ataúd de los recuerdos en la azotea de la mente. Entonces ella inhala la última bocanada de tabaco se arrodilla ante el espejo, quema los trozos de revistas & observa cómo todo se consume. ¿Por qué se siente tan vieja? ¿Por qué se siente tan fea? ¿Por qué se siente tan rota después de tanto tiempo ya? Quizá es porque nadie la entiende, se siente tan sola, tan frágil... tan abandonada, a la deriva... Entonces limpia las chencas, las cenizas & se peina el cabello. Recoge la basura, elimina la evidencia... Se viste de nuevo, como una de aquellas bellas muñequitas, delicado maquillaje, calladita te ves más bonita & con una sonrisa rota sale de nuevo a la calle... a fundirse con la podredumbre, con la humanidad. ¿Qué carajo vas a buscar? No es un "qué" es un "quién"... Pero ya para qué, si la vida ya se va, así como él se fue, así se va... Ya no queda nada más.