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Monday, February 23, 2015

De Madrugada.

La madrugada era fría... azul. En ella nos refugiamos, porque no podíamos dormir. Nos encontramos tan rotos, tan descosidos por dentro, que las entrañas nos dolían al reír. Entonces, dejamos de reír. Dejamos de hablar de nuestro día, dejamos de lado el hoy. Nos ahondamos en el fuero interno del otro. Nos quitamos la piel en la que habitamos, nos sacamos la máscara de la risa que esbozamos. & nos vimos como somos... Sin maquillaje, sin ropa... sin máscaras. Quedaba lo blando de la carne, lo frágil del ser. ¿Dónde te duele? & lo besaste... Nos quedamos mirando la calle, que estaba vacía a esa hora... pero no dudaste en tomarme por las caderas, en acariciar cada rincón de mi piel. No, no querías dejar ningún trozo de mí sin tu rastro. Tu aroma se mezcló con el mío. Nuestra piel rasguñada, nuestras almas tan rotas estaban una al lado del otro. El silencio era el río de nuestros susurros. Nos quedaba pequeño el momento, tan solo hablar... que nuestras lenguas se buscaron sin pensar... Intercambiar esos pensamientos que no articulamos en palabras. Nuestras manos se buscaban, se entrelazaban... Los espacios entre tus dedos, ya no estaban vacíos... No, no más. & me dejaste encontrar tus labios... tiernos, cálidos entre la madrugada tan fría. Sentí tu tacto en mi piel, escribiéndome poemas que no sabía que existían. Encontraste mis ojos, que te veían, cada uno de tus movimientos... & yo, yo encontré los tuyos, anhelarme, desearme... Pero era inevitable cerrarlos porque esto fue como un sueño, & no estaba dispuesta a que la realidad se lo comiera. Así que cerré mis ojos & escuchaba tus palabras, tus susurros dulces. Tus manos pegaban pequeños parches de cariño, pequeños retazos de felicidad que sabría que con la ducha se irían de mi piel... pero se quedarían en mi alma. Te adentraste en lo más profundo de mí... Agitaste un mar que estaba en calma, & dejaste una tormenta, una tormenta que sólo llegó a su calma con tus besos. & cuando nuestros cuerpos cansados, no quisieron más; simplemente nos arrojamos a descansar, uno al lado del otro... esperando un nuevo día.

Cuando ya el sol estaba brillante & abriste tus ojos, ya en la cama no quedaba nada... ni un rastro, ni una huella de ti o de mí.

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