¡Contáctanos!

Comentarios, sugerencias o cualquier inquietud que se le presente contáctenos a esta dirección:

rythm.killer.kalo@gmail.com

Saturday, May 31, 2014

Narcissus Poeticus.

En la calle de un pequeño pueblo que pertenecía a una tierra desconocida estaba la tienda de un artista como ninguno otro. Plasmaba perfección en cada una de sus obras. Él construía muñecas que parecían niñas pero más calladitas & quietecitas. Todos los días por encargo o por ganas construía pequeñas damiselas que encantaban a la gente del lugar. Ponía ojitos de cristal de color en sus rostros angelicales, pintaba el rubor de las mejillas aterciopeladas de cada una; tejía vestidos ingeniosos que le aportaba elegancia & belleza a cada muñequita. Ellas todas construidas de porcelana, tela, cristal & cabellos hermosamente peinados se exhibían en la vitrina con vista hacia la callecita empedrada.

Los curiosos observaban cada muñequita, silente, sonriente & perfecta. La mirada profunda, los cabellos acomodados perfectamente. Vestiditas & calladitas... Quietecitas & perfectas, en la vitrina del artista. Él las acomodaba en distinto lugar de la vitrina todos los días, las hacía ver como en una fiesta de té, una tertulia o una elegante fiesta. Podías escoger el motivo si las mandabas a hacer, podías pedir muñequitas navideñas, de pascua, de invierno, de primavera, con el traje típico de alguna región... lo que se te pudiese ocurrir. Podías hacer una muñequita que se pareciera a alguien que quisieras recordar, como tratando de imprimir una pizca del alma de esa persona... El artista de manos finas podría hacerla casi igual.

Entraban & entraban los clientes a preguntar. ¿Qué va a llevar? ¿Para cuándo quiere esta otra muñequita? Debe dejar el anticipo de la mitad. Hay otras por si quiere curiosear. Si quiere que se le haga un retoque aquí estaremos a su servicio. Gracias por su compra, esperamos que vuelva. & así iba desapareciendo el inventario de las muñequitas día con día.

El artista se retiraba a crear & tenía un ritual que practicaba usualmente en los siguientes pasos:

1. Encender una barrita de incienso del aroma que más le apeteciera en el día.
2. Encender su tocadiscos
3. Cerrar los ojos.
4. Escuchar la música que tenía en su mente
5. Abrir sus ojos
6. Colocar la música
7. Preparar las herramientas que empleaba para sus creaciones.
8. Tomar el banquillo de madera, el mismo que usó el padre
9. Sentarse & visualizar el entorno.
10. Cerrar los ojos de nuevo
11. Sentir el entorno, entrar en contacto con su mente
12. Sumergirse en un trance artístico.
13. Abrir los ojos & comenzar la faena.

& así era como todos los días tallaba & creaba, perfeccionaba & producía una gama de damitas impecables que la gente compraba embelesada por la belleza de cada una.

Un día de invierno, el cielo cerrado por las nubes que escondían el calor del sol como robándoselo para sí mismas entró en la tienda del artista una muchacha a curiosear.

- Buen día señor artista.
- Buen día jovencita... ¿En qué puedo servirle?
- Pues busco un bonito recuerdo que llevarme...
- ¿A dónde se va?
- Al Norte... - dijo con tono triste & reflejando en sus ojos esa tristeza
- Mucha suerte allá jovencita, los fríos son terribles.
- Sí... más cuando uno extraña su tierra, el frío se hace más intenso.
- Pero si se lleva una muñequita seguro ella le hará compañía para que no se sienta sola.
- ¡Ay gracias señor! Me llevaré esta. - señalando la que más le había gustado desde la entrada.

Se llevó una muñequita de vestido verde & mirada gris. La voz melodiosa de aquella muchacha tuvo un efecto en el artista: lo inspiró para crear. Él observó bien a la muchacha & después de su partida, cerró la tienda.

Se adentró en su guarida de creador & ejecutó el complicado ritual paso a paso... Justo en el paso donde cerraba sus ojos visualizó a la muchacha de la tienda: cabello largo de color café achocolatado con pequeños mechones más claros que los otros, pero lustroso & lozano. Piel medianamente bronceada, ojos oscuros & profundos como el café que le gustaba beber a los padres, labios bien delineados & rosaditos, mejillas ligeramente rubicundas & una nariz no tan afilada.

Abrió los ojos & comenzó su trabajo. Tomaba las piezas & les daba la forma, el color & la textura deseada. Con el cráneo de la pequeña muñequita ya hecho, colocaba en las cuencas los ojitos de cristal oscuro. Cabían perfectamente en ellas. Los párpados cubrían con timidez esas pequeñas esferitas como dos pétalos de rosa. Colocó las pestañas, las cejas bien delineadas. Pronto vió a su creación ya armada, el cuerpecito firmemente unido al cráneo, las manitas & las piernas bien puestas con una articulación perfecta.

Debía darle los toques para darle una actitud, un alma. Sentó a su pequeña creación en una sillita de madera frente a él. Colocó la luz iluminándola desde arriba. Cerró los ojos, visualizó de nuevo a la muchacha de la tienda... abrió los ojos de nuevo después de unos minutos & vió a su pequeñita frente a él. Los ojos melancólicos & oscuros se posaban en él suavemente. Decidió resaltar esos ojitos & la nariz para poder descubrir cómo serían los labios de su muñequita. Así que pintó en los pómulos de la muñequita aquella rubicundez suave. Tomó una peluquita café achocolatada que encontró, la puso sobre el cráneo calvo de su pequeña & cortó delicadamente aquellas hebras de cabello hasta dejarle un flequillo por la frente. Después hizo bucles en el cabello que quedaba. La larga cabellera de la muñequita enmarcaba el rostro ovalado. Ya acentuados esos rasgos regresaba al dilema principal del artista: los labios. De los labios dependía cierta actitud, por ahí se reflejaba lo que la mirada ocultaba. Así que pintó una sonrisa triste en la boca de la muñequita con tinte rosa.

Al acabar con la tarea de darle una actitud, tomó a su pequeña creación & la colocó en un pedestal que la mantenía erguida. Ahora debía vestir a su damita. Le colocó el fustán blanco que va debajo del vestido. & tenía este otro dilema: ¿Qué color de vestido llevará? Entonces el artista pensaba & repensaba todo aquello, pero pensar no lo ayudaba mucho. En medio de sus pensamientos comenzó a hablar con su creación.

- ¿Qué te gustaría pequeña? - preguntó mientras tomaba varios colores de tela. - ¿Será escarlata tu color? ¿Será verde jade? ¿Azul marino?

De pronto encontró una tela de seda azul cobalto que nunca había utilizado. Tomó medidas de su pequeña & elaboró un vestido elegante. La parte superior del vestido tenía unas bonitas mangas largas en estilo arlequín, en escote cuadrado que llegaba hasta la mitad del pecho que rellenó con seda blanco perla, ajustado a su pequeño cuerpo. La parte inferior era algo acampanadita, la componían capas de seda azul que daban volumen al vestido. Calzó a su muñequita con un par de botitas azules que le fabricó con cariño. El artista sentía que algo no estaba completo. Puso detalles en el vestido, simulando pliegues en el vestidito le colocó en el cuello una gargantilla de tela con un ligero & delgado moñito que la cerraba por el frente. & de pronto su mente se iluminó: quería colocarle una florecita sobre el moñito. Así que tomó un pequeño narciso de porcelana con elegantes pétalos blancos & planos, con una copa naranja suave & abierta sobre los pétalos.

Cuando había teminado de vestir a su muñequita la observó. Le había gustado tanto como las otras & la colocó en la vitrina con vista a la calle. En el centro estaban todas aquellas muñequitas felices & festivas, al rededor las serias & ella estaba sentada como siempre, contemplando el mundo en silencio en el extremo izquierdo. Ella tenía clavada la mirada contemplativa en el gris del cielo, el gris de la calle & la lluvia que parecía nunca terminar.

Así pasaron las estaciones cambiantes... vino el sol, se llevó las nubes grises & dejó que aquella muñequita le contemplara, durante la primavera se llevaban a las pequeñas vestidas para la ocasión. Ella se quedaba silente con su vista fija al exterior. La gente del lugar siempre se fijaba en el centro, nunca en los extremos.

Una mañana de otoño, frente a la vitrina del artista apareció un joven que comenzó a apreciar a cada muñequita que habitaba en ese mundo de fantasía desde el extremo derecho de la vitrina. Así posaba su mirada gentil en cada una. Pronto, llegó al extremo izquierdo, donde estaba la pequeña muñequita del narciso. Él cayó cautivado por la mirada de la pequeña. Entró a la tienda & tocó el timbre pequeño que tenía el artista. Al sonar el timbre, el artista apareció desde la penumbra.

- Buen día joven. ¿En qué puedo servirle?
- ¿Podría contemplar de cerca la muñeca que tiene en el extremo izquierdo de la vitrina?
- Claro joven... permítame un instante. - sacó a la pequeña con cuidado de la escena & la posó sobre las manos del joven.
- ¿Es frágil?
- Como cualquier dama, joven... - replicó el artista.
- Me gusta... -dijo cuando la tenía entre sus manos - ¿Puedo comprársela?
- Claro joven. - Tomó de regreso la muñequita en sus manos & la llevó al mostrador - Déjeme decirle que tiene usted muy buen gusto.
- Gracias... - hizo una pausa - Me recuerda mucho a alguien a quien conocí. Ella era de por aquí.
- ¿Ah sí? En lo que se la empaco, ¿podría contarme más de esa persona?
- Claro... - hizo una pausa - Ella se llamaba Vera Thomas. Tenía exactamente la misma mirada melancólica & suave que la muñeca. Ella era mi querida novia hasta que un día sus padres se la llevaron al Norte. - hizo otra pausa breve - Justamente los narcisos eran su flor favorita.

El artista había quedado impresionado de escuchar aquella historia, que trajo a su memoria aquel día de invierno en el que creó a dicha muñequita. La empacó en un estuche satinado donde la muñequita yacía durmiente. & la entregó en las manos de su nuevo dueño que entregó en un saco el valor de la muñequita.

- Cuídela bien joven... si necesita retoques o piezas, nuevos vestidos o tratamiento para las pestañitas & el cabello tráigala.
- Gracias caballero... usted ha traído de nuevo felicidad a mi vida. - le dió la mano cordialmente & se retiró de la tienda.

La muñequita iba dormida dentro de la pequeña maleta que el joven cargaba con cuidado. Caminó por toda la ciudad hasta llegar a su hogar. Dentro de su hogar, sacó a la pequeña muñequita de la maleta. La contempló con cariño & la colocó sobre su piano. El joven interpretó las melodías que solía dedicarle al amor lejano que partió para el Norte. Lloró frente a su pequeña muñequita, le contó las cosas que hacía & que sentía. Las manos de la muñeca estaban posadas sobre su regazo & él la observaba con lágrimas en los ojos. Pronto cuando él iba a levantarse del banco del piano, la muñequita estiró una de sus manos tocando una mano del joven. El joven asustado volteó a verla & la muñequita en silencio le dedicó una sonrisa tierna. El joven atónito notó que la muñequita no volvió a moverse pero la sonrisa suave & tierna se había quedado grabada en sus labios.

Así pasaron los años, el joven pronto volvió a amar... como si el gesto sin voz de aquella muñequita hubiese sanado la gran herida que el mundo le dejó. & siempre estuvo la delicada damita sentada sonriente sobre el piano de aquel que volvió a ser feliz.

Tuesday, May 13, 2014

El Libro del Pescador.

Érase una vez un pescador. Decía él que era aburrido, que hasta él se aburría de estar consigo mismo. Iba al mar gélido de unas tierras sin dueño, a pescar. Pasaba desde temprano, probando suerte en la soledad; esperando a que la caña le trajera algún tesoro. Se sentaba a la orilla gélida & frágil de aquel mar, tiraba el anzuelo al agua & ahí conoció todo tipo de peces. Era ya todo un profesional, un gran conocedor del mar & sus creaturas. Pasaba las horas, los días enteros abstraído en su faena. Comía poco, no desayunaba; aún así de todos los pescadores era el más fuerte & perseverante.

Un día como otros, se fué a pescar. Tiró su anzuelo como todos los días. Se sentó, esperó a que algo picara para poder regresar el anzuelo & ver lo que se había enganchado. Así lo hizo siete veces durante la mañana, hasta que de pronto, algo muy pesado picó el anzuelo. << ¿Será lo que busco? >> pensó. Tiró del anzuelo, & de entre el mar sacó una masa de algas. Pensó que era otra vez sólo una masa de algas entonces estiró la mano para retirarlo de su anzuelo, cuando palpó algo sólido entre las algas marinas enredadas. Lo tomó & retiró todas las algas marinas & lo que vió fue un viejo libro de cubierta café, como la corteza de un árbol. Sin mucho interés, lo limpió & lo abrió. Las hojas estaban todas mojadas & la tinta que tenía estaba chorreada haciendo que todo lo que tenía escrito no se podía leer. Pensó en arrojarlo de nuevo al mar. Pero de pronto se escuchó un sonido extraño, como un sollozo. << Tanto tiempo frente al mar & la sal seguramente me han de estar volviendo loco... >> & justo cuando iba a tirarlo de regreso al mar, pensó en escuchar lo que el libro tendría que decir; de cualquier forma, si estaba loco pues ¿qué podía perder? & el libro le susurró: "Sécame... por favor." El pescador se asustó al escuchar lo que el libro tenía que decir. Lo dejó caer al suelo & de pronto se dijo << No puede ser... Aunque bueno, ¿cuándo me he pueso yo un límite que pertenezca a los simples mortales? >> Entonces lo recogió de nuevo, lo guardó en un pequeño morral donde llevaba la comida & siguió pescando hasta el ocaso. Esa noche el pescador intrigado llevó su relativamente nuevo libro a casa.

Ya en casa, puso leños a la chimenea. Aquella casa solitaria en la que habitaba el pescador estaba fría. Encendió los leños, puso una jarrilla con agua al fuego & comenzó por prepararse una cena simple, como todos los días. Se quitó el pesado saco que le protegía del frío, se quitó las botas de hule & se quitó la bufanda negra que se enroscaba como serpiente al rededor. Había que ordenar las cosas, digamos en un "orden" algo desordenado que el pescador conservaba. Cuando sacó las cosas de su morral, encontró el libro & lo puso cerca de las brasas para secarlo.

Cenó, leyó artículos de política & después de haber terminado de leer esos artículos, se disponía a dormir. Miró a su alrededor como todas las noches & de pronto recordó el libro que había pescado. Se levantó de su sofá & vió que la mayoría de páginas ya estaban secas, la tinta tenía formas extrañas pero ya más legibles. Así que comenzó a leer. << Érase una vez... >> & al sonido de su voz, el librito viejo & raído en sus manos comenzó a brillar con una luz muy ténue. & en las manos del pescador, el libro tomó una forma diferente. La luz se intensificaba & el pescador cerró los ojos. Cuando los estímulos luminosos ya no provocaban molestia, el pescador abrió sus ojos & el libro que había pescado era una muchachita de papel, con tinta sobre ella & la cubierta era su cabello.

Del asombro, él la soltó dejándola caer al suelo. Ella abrió sus ojos negros como tinta & débilmente le saludó moviendo una de sus manitas de papel. Ella desfalleció pues estaba muy débil. Entonces el pescador pensó... << ¿Qué hace débil al papel? >> La mente del pescador siempre iba más allá de lo que pensaban las personas ordinarias. Entonces para él, aquello era algo extraordinario, algo fuera de lo común. La respuesta: ella estaba húmeda aún, debía secarse por completo. La colocó cerca de las brasas para que terminara de secarse.

La observó mientras la muñequita de papel yacía en el suelo. Cabello algo corto, formado por la cubierta del libro, la piel blanquecina por el color de las hojas de papel pero sin un rasgo de tinta más que los labios la nariz & los ojos, el vestido que llevaba puesto tenía todas las palabras escritas en tinta. El vestido tenía mangas largas, el cuello en "u" & la falda del vestido era larga, hasta los tobillos & tenía muchos pliegues que intercalaban páginas del libro. En uno de los pliegues de la falda del vestido decía: "& ella cayó al mar por accidente..." En otro pliegue decía: "las manos de aquel extraño la sujetaron  pero..." Todas aquellas eran frases inconexas. Honestamente, a aquel pescador no le apetecía mucho la lectura (por no decir que no le gustaba); pero ahora aquel libro estaba vivo. Montó guardia para ver si su libro viviente se salvaba sin quemarse pero el frío de aquel lugar, la noche & la faena diaria lo vencieron, dejándolo caer en los brazos de Morfeo.

Cuando despertó, como lo hacía religiosamente a las 4:30 am, abrió los ojos lentamente. Se movió despacio, levantándose del sofá & vió frente a él a la muñequita de papel sentada frente a él con los ojos bien abiertos. Él hizo una cara de susto, cuando recordó todo lo que había sucedido la noche anterior. << Pensé que era un sueño por un momento... >> pensó él mientras miraba frente a él una muñeca de papel saludándolo con una mano blanca como la nieve.

- Buenos días buen pescador. Mi nombre es Corinne. - dijo con voz amable.
- Buenos días Corinne... ehm... has llegado aquí de una forma muy extraña. - dijo el pescador.
- Lo sé. Perdone el importunio. - dijo bajando la mirada - Muchas gracias por haberme salvado de ser un coloide.
- No es problema. ¿De dónde vienes?
-  De una biblioteca que unos bárbaros desarmaron durante la guerra. No sabría darle la ubicación.
- ¿Hay más como tú?
- No lo creo... muchos fueron quemados en el lugar. - adoptó un tono muy severo. - Sé que existen más como yo & espero que aún estén vivos.
- Bueno, búscales & vete a casa. - dijo el pescador fríamente.
- Señor... Yo... - hizo una pausa - No tengo un hogar. La biblioteca fué quemada, ya no tengo a dónde regresar. - su voz se quebró al final.
- ¿Pero qué puedes hacer tú aquí? Morirás de frío si te quedas.
- Señor... yo no siento frío o calor. Soy de papel.
- ¿Sabes qué hace un pescador?
- Pues van al mar a conseguir peces... ¿No?
- Exacto. Ahí hay agua & te puedes mojar. - le dirigió una mirada severa - Así que vete.
- ¿No puedo... quedarme?
- No. Vas a morir. Vete. - el pescador se dió la vuelta & preparó su morral para salir a pescar.
- Por favor señor... déjeme quedar. - le apretó la camisa con su manita de papel. - Hay una forma para que vuelva a ser humana, por favor... ayúdeme. - le suplicó.
- ¿Eras humana? - preguntó extrañadísimo.
- No. -hizo una pausa breve - Pero según la persona que me escribió, puedo llegar a tomar una forma humana si usted escucha toda mi historia.

El pescador pensó en las palabras de la muñeca de papel. Sabía cuales eran los riesgos: la muñeca se quemaría o se mojaría mientras fuera de papel & moriría así nada más. No podía tomar ese riesgo, él nunca tomaba riesgos de esa magnitud, jugar con una vida no era justo.

- ¿Hay alguna forma de que vuelvas a ser libro? - preguntó el pescador
- Ya no. Ya no puedo volver a ser libro... - Corinne sollozó en silencio mientras el pescador juntaba sus cosas, ella extrañaba la biblioteca.

El pescador tenía esa otra variable: la muñeca ya no puede volver a ser libro. Entonces si la muñeca ya tenía vida algo debía suceder. Entonces se dijo << No tengo más remedio que volverla humana para que encuentre un hogar & se vaya lejos de aquí. >> Se volteó & vió a Corinne sollozando con lágrimas de tinta que ensuciaban su vestido. Tomó las manos de Corinne & le limpió las mejillas de papel.

- No llores niña. Tengo una idea. - el pescador había tomado esa decisión tan difícil - Mientras seas de papel, no te llevaré conmigo a pescar, pero cada noche cuando yo regrese contarás una parte de tu historia.- Corinne iba a celebrar cuando el pescador la interrumpió - con una condición...
-¿Cuál condición? - preguntó Corinne con voz triste.
- Te irás al terminar tu historia. - dijo con voz severa.
- ¿Eso está sujeto a cambios? - preguntó Corinne.
- Ya veremos...- hizo una pausa -  mientras tanto niña, quédate aquí, no te quemes & no te mojes.
- Está bien señor. Me quedaré aquí. - Corinne sonrió & despidió al pescador desde la puerta.

El pescador fue a su orilla a tirar su anzuelo mil & un veces, una tras otra, sólo peces salían a flote con su anzuelo en la boca, como de costumbre. Él pensaba una & otra vez en lo que había hecho. Realmente, el mar & la sal pueden volverlo a uno tan loco. Aunque quizá era el frío tempestivo del lugar.

Corinne por su parte, ordenaba la casa del pescador, con un orden realmente ordenado. Limpiaba el polvo, recogía la ropa, las cosas del pescador, las revistas & los periódicos... los ordenaba por orden cronológico de acuerdo al título de cada publicación.

Aquel día pasó & Corinne ansiosa de contar su historia lo esperaba sentada en la alfombra frente a la chimenea al lado del sofá. El pescador intrigado por lo que había hecho corrió a casa esa tarde, para entrar antes del ocaso & escuchar la historia. El pescador cansado entró & notó su hogar muy diferente, estaba un poco molesto, pero sabía que cuando terminara la historia & Corinne fuera humana, todo regresaría a su lugar. Así comenzó Corinne a relatar su historia, contándola como aquel escritor desconocido la relató sobre su vestido de papel. El pescador interrumpía el relato cuando llegaba la hora de dormir.  Esa noche, su cabello ya tenía textura de un cabello como tal. Ella dormía en el sofá. El pescador con curiosidad acarició su cabello café con un dedo & sí, comprobó que aquel cabello era humano.

Al día siguiente se repitió el mismo ciclo, él salió a pescar, ella ordenaba la casa & leía las revístas de política del pescador. El pescador regresaba a casa antes del ocaso escuchaba la historia & de pronto, una  parte de Corinne se transformaba en humana. Al segundo día, sus piernas eran humanas. & así se repitió el ciclo durante varios días & semanas Al tercer día, su abdomen era de carne & hueso. El pescador se dormía intrigado siempre, ¿cómo continuaría la historia? ¿Por qué había decidido cuidar de Corinne? Pero todo eso desvanecía cuando por fin, el sueño lo vencía.

A la segunda semana, toda ella estaba cubierta de piel, pero no sentía hambre ni otra necesidad humana. Ella parecía no notar el cambio, pues aún no sentía nada, sólo veía & olía. Al primer mes, ella ya tenía hambre, desarrolló el sentido del gusto. Cuando el pescador llegó a casa, notó que Corinne le decía que le dolía el estómago, cuando escuchó un gruñido proveniente del estómago de Corinne.

- Eso Corinne, se llama hambre. Debes comer 3 veces al día, desayuno, almuerzo & cena. ¿Comprendiste?
- Umm... sí... ¿pero qué es comer?
- Mira... - hizo una pausa & de pronto supo que debía enseñarle. Tomó una manzana & la comió, le dió el resto de la manzana para que se la terminara.
-Oh... ¿esto es comer?
- Sí Corinne... eso es comer.
- Creo que me gusta comer. - dijo sonriendo.

El pescador sonrió también. Era realmente como volver a vivir, pero con un ser que puede entenderte & contarte historias al anochecer.Desde entonces, el pescador siempre pescaba los mejores frutos del mar para que pudiesen comer. Al principio, el pescador cocinaba aquellas delicias de una forma práctica pero, pronto Corinne aprendió a cocinar & preparaba la cena cuando el pescador llegaba a casa. No más comidas sencillas. Corinne encontró un libro de cocina que era de la madre del pescador. Él se estaba habituando a la presencia de Corinne.

Al primer mes & una semana, ella ya tenía sensaciones táctiles como frío, calor, presión & dolor. Así que tenía más cuidado al cocinar, si se quemaba una mano le dolía & no sólo se dañaba. De acuerdo a todas esas sensaciones, ella aprendía cosas que nunca había sentido. Después de la cena, ella relataba su parte de la historia & se iba a dormir al sofá. Esa noche, el frío se sentía extraño... Ella se había habituado a la presencia del pescador, a sus ojos oscuros, su cabello rizado, su silencio & su atención. El viento polar azotaba aquella pequeña casa entre los árboles & se colaba dentro de la casa, evocando esa sensación diferente. Corinne podía sentirlo sin saber qué era.

- Disculpe... señor... Um.. tengo... algo. - dijo con pena
- ¿Qué es Corinne?
- Creo que - sus dientes castañeaban de frío.
- Tienes frío. Ven, toma esto - le dió un saco pesado para que se lo pusiera. - & esto otro. Deberás vestirte diferente ahora, ese vestido de papel no te cubrirá del frío.
- Muchas gracias se-se-señor. - dijo con mucha pena. Impulsivamente se acercó & abrazó al pescador. Él estuvo unos segundos & también la abrazó, cuando iba a cerrar los ojos en el abrazo, una punzada recordó que ella debía irse.
- Ve a vestirte Corinne. Podrías morir de frío. - la soltó.

Ella iba a quitarse el vestido frente al pescador pues ella no conocía la vergüenza, pero el pescador rápido le dijo que sería incorrecto, Corinne hizo sus preguntas curiosas & aprendió sobre el pudor. Entonces Corinne entró al baño & se quitó su vestido de papel & notó su piel. La tocó & era suave... acarició su cabello & notó su textura. Se puso rápido la ropa que el pescador le había dado & se fue a descansar.

Al primer mes & dos semanas ya era completamente humana. & con ello venían todas las demás sensaciones, las físicas & los sentimientos. Comprendía ahora, por qué el frío se sentía tan extraño, el frío era diferente cuando el pescador estaba cerca. Corinne podía sentir. Se sentía completamente humana. Eso también significaba una cosa: hora de partir. Esa fué la primera vez que Corinne entendió el dolor. Aquello parecía tan doloroso que hacía sentir algo dentro de su pecho, una especie de presión que le anudaba la garganta & ahí, en ese mismo momento aquel pensamiento hizo que brotaran lágrimas humanas de los ojos de Corinne. Eran diferentes de las lágrimas de tinta, porque estas, estas tenían una razón que ella podía sentir.

El pescador regresaba a casa después del ocaso esa tarde. Sabía que ya era hora de regresar a su rutina de antes, mentalizándose para la partida de Corinne. Una parte del pescador no quería que Corinne se fuera de su vida. Pero otra pensaba que era lo mejor. El pescador había renunciado a aquello tan humano que se llamaba "Amor" hacía mucho tiempo. Gustaba de ver la felicidad de otros, pero él pensaba que todo aquello nunca existiría para él. Durante su camino a casa, recordaba todo aquello que sucedió a partir de un libro viejo & raído. Él había ido al mar del norte con un sólo objetivo tan firme que eso no irrumpiría para nada en lo que más deseaba: cazar a la Gran Tortuga de Aza. Así que tomó todo aquello que sentía & lo empacó en un cofre en su mente & lo almacenó en algún espacio olvidado.

El pescador regresó a casa & encontró a Corinne sentada como todos los días al lado del sofá. Habían quedado que el día del último capítulo, comerían al final de la lectura. Así, ella comenzó a contar el último fragmento de la historia: " Emprendía el mismo viaje el pescador, una & otra vez, lanzando al mar glacial su poderoso anzuelo, persiguiendo lo que el destino le prometía..."  A medida que Corinne relataba la historia, ambos sentían que se acercaba el final... Ella trataba de conservar la compostura & aceptar el destino que así sería: estar lejos uno del otro mientras contaba su historia. Ella pensaba que debería detenerse & decir lo que sentía... pero era así como lo quería el pescador & ella sólo era una invitada inesperada en su vida, no podría interrumpir el sueño & la vida del pescador... sería egoísmo.

Aquella punzada, real & dolorosa se clavaba en el ser del pescador, también quería detener una partida a la que no estaba preparado. Justo cuando ella contaba la última frase: "Entonces aquella mujer que había cambiado notaba que en su pecho latía algo más que su corazón, quizá era algo más grande que toda la existencia & que ella nunca podría comprender, pues era como una neonata en esta vida..." el pescador no lo soportó & la interrumpió, porque aquel dolor se hendía en sus entrañas & no lo dejaba respirar.

- Espera Corinne... No termines aún. - interrumpió el pescador.
- ¿Por qué? - preguntó con lágrimas en los ojos
- Quédate... un poco más. - dijo el pescador con un suspiro.
- ¿Quieres que me quede? - preguntó con un ápice de felicidad
- Sí... - hizo una pausa - ¿Hay alguna forma de que te quedes más tiempo?
- Aunque termine mi historia, puedo quedarme si tú así lo quieres. - afirmó Corinne con suavidad.
- ¿Estás segura? - peguntó el pescador.
- Sí, puedo quedarme... -hizo una pausa breve - Quiero... quedarme. - dijo Corinne con un tono suave.
- ¿Qué? - dijo atónito el pescador.
- Bueno... si tú quieres claro.

El pescador notó que por más que intentara rehuir a aquellos pensamientos que lo turbaban & lo tranquilizaban al mismo tiempo no podría hacerlo. Corinne se había hecho de un espacio en su mente tranquila, había dado cierta felicidad que le agradaba. La desición era toda del pescador... Pero el pescador, a pesar de haber dicho eso, desistió. Tomar riesgos no era lo suyo.

- Mejor termina tu historia... & sé feliz, en otra parte del mundo. Hoy cenaremos juntos por última vez.

Corinne sintió como en silencio se quebrantó su pequeña alma de papel. Así, Corinne terminó de contar su historia: "... era como una neonata en esta vida, entonces se dijo a sí misma que sacaría hasta la última gota de provecho lo que le quedara de vida." Corine suspiró... "Fin."

Corinne se levantó, se dirigió a la mesa. Ambos comieron en silencio. Aquel silencio que se espesaba como la bruma en el exterior. Ella recogió los platos. Él los lavó metódicamente. Ella se dirigió a empacar. Él a poner sus cosas en orden para el día siguiente. Ella tomó un pequeño morral que él le había dado, guardó su vestido de papel & las pocas cosas que poseía. Él le dió unas platas & unos cobres para que comprara lo que necesitara. Ella caminó hacia la puerta, miró al rededor... aquella casa había sido su primer hogar. Él cerró los ojos un instante. Ella se acercó & le abrazó fuertemente. Él le regresó un abrazo gélido. Ella sonrió con una sonrisa rota & caminó hacia el bosque. Ella se perdió para siempre en el bosque, donde los caminos te pueden llevar a cualquier parte si no sabes a dónde vas.

Él regresó a su casa, tomó sus revistas de política & leyó de nuevo aquellos artículos, llegada la hora de dormir, apagó las brasas de la chimenea & la casa se ensombreció. << Mañana la tortuga será mía... >> pensó el pescador & se quedó dormido.

El pescador regresó a su faena diaria otra vez... Lanzaba el anzuelo al mar esperando a que el tesoro picara el anzuelo, pero lo único que regresaba en la punta eran peces que llegaban inocentemente al anzuelo. Así, la calma regresó a la vida del pescador, el desorden ordenado se instaló de regreso & la comida volvió a saber igual. << Esto... es tranquilidad. >> pensó.

Friday, May 02, 2014

La Conversación.

Era una muda contándole a un ciego lo que un sordo escuchó. Él visualizaba tan bien lo que la muda decía que fue corriendo a contarle al sordo & así, el diálogo era permanente, un intercambio de información seguramente fluido.