Ella se sienta en el transmetro. Allí, ese que pasa por la Avenida Bolívar. Se sienta & observa a su alrededor. Entra una o dos personas a esa hora. Todas tienen asiento. Todas en los asientos grises, en una lata de metal con ruedas. La vida está pasando. Pasas el Trébol. Ahí donde te bajaste esa mañana & tomaste la camioneta que te lleva al Cielo mismo. Parecía todo tan monótono al volver; blanco & negro... gris cuando no sabes a dónde vas. ¿Crees que miento? Sácame los ojos & míralo por ti mismo, verás que todo lo veo sin color. Es que vuelvo de un sueño... regreso a mi vida. Pero ese sueño es real, tan real que puedo casi tocarlo de nuevo: su cabello, su rostro, sus labios carnosos & suaves, puedo sentir su piel escurrirse por mis dedos, de tal forma que parece agua, & se me escapa.
Me encuentro perdida en el espejo, donde el destello de mis ojos me recuerda la magna luz que vi en su mirar. Yo sólo puedo reflejar ese pedazo de ti, aquel destello pequeñísimo que se quedó perdido, estrangulado entre mi pupila y el iris, aquel que quise atrapar con el cabello... pero me recordaste que me despeino tan fácil. Para de nuevo, estoy en Santa Cecila. "Aquí me bajo" dice mi amor... "NO" dice mi mente, se que debo regresar a mi casa. Me pierdo en las ocasiones cuando te esperé sin descanso... Cuando te busqué... Cuando te encontré en esa parada. Fue una temporada bonita... te tenía cerca. Sólo debía volver mi cabeza a alguna parte... & te veía. De pronto, recuerdo que cada vez estás más lejos. Yo me quedé atrás... muy por detrás tuyo. & me encerré. Me volví origami... Me transformé en alguna cosa, cosa que no reconozco... con una cáscara blanca... con el interior tan profundo como el café que te tomas a las 5. & aún así me reconoces. No importa si soy yo o no es nadie, siempre sabes quién te acaricia, quién te ama... porque no importa si es Agnes, Mary o Ella, sabes quién soy yo. & te quedas... me acompañas a estar en silencio, me acompañas a estar sola... me acompañas en la inmensidad de la noche de mi vida, donde eres mi único lucero, mi estrella del Norte... Siempre que me pierdo, me guías de regreso.
Estación Bolívar, entre la 30 & la 32... Está haciéndose tarde. El cielo, está oscuro. La vida, se detiene... suspendida en una fracción de segundo, aunque no recuerdo su paso por mi vida. Se abrieron las puertas y ese chirriante sonido que hacen me hace pensar en el crujir de mis dientes cada vez que pienso en lo frustrante de tu ausencia. Me hace sentir muerta en vida el hecho de pasar por esa avenida de regreso... sola. Todos los días, sin verte.. sentirte... olerte. No es que tenga que caminar... es que sin ti parece un desierto. ¿Me entiendes? Me siento ciega... sola... muda... incapaz. Pero tú, tan independiente, tan decidido, tan valiente... & yo minúscula, débil. Tu figura... apacible, silente se me viene a la cabeza, tu mirada, tu sonrisa & tus chistes que a veces me hacen reír a carcajadas porque son las únicas veces que siento mi corazón latir.
Llego a Don Bosco. Mis labios se detienen en medio de un monólogo sobre ti & las cosas que amo de ti. Debo llamar a casa... avisar. Pero lo ignoro. Me quedo perdida en las veces que reímos y nos abrazamos frente a la figura del mono & el nombre de mi hermana. Río & pienso dentro de mi... lo delicioso que huele tu pecho... a veces a crayón de cera... otras veces a pino o a café... también a lapicero o a viruta de lápiz. Me hace pensar que todos estos olores están relacionados con algo que amo... Tú me enamoraste de las ganas de vivir, buena o mala (según lo que piensan los demás) mi razón eres tú. Mi risa, mi arte, mis colores... todo eres tú. Tú estás en mis libros, en cada página, estás mi carrera, estás en mis instrumentos, estás en mis almohadas, en mi cama sin haberte acostado en ella, estás en mi vida... en cada centímetro cúbico. Me atrapaste en aquel rincón de mi corazón, en el que te hago un altar & te pongo en mi torrente sanguíneo... & no, mis riñones no pueden reabsorberte o excretarte porque túbulos distales ni nada más puede tocar la composición bioquímica de tu Ser. La lata verde con ruedas sigue andando & mi cabeza anda allí, a millones de Kilómetros lejos de esta ciudad, donde está tu mente... porque para alcanzarla, hay que volar muy alto.
Sin percibirlo, me encuentro en el Calvario. Entran dos o tres... Se despiden los compañeros... se separan, calabaza, calabaza cada quién para su casa. Recuerdo tu voz diciéndome que me pare, que camine hacia la puerta de salida. Lo hago tan apacible, como tu figura. Regreso a mi cabeza, ahí donde todo es diferente, donde me siento pertenecer a alguna parte cuando tú no estás. De pronto, algo brilla... no son estrellas frías o lunas pálidas. Es un recuerdo, una vida después de la vida... o una vida en la vida misma. Pero es momentáneo, tan efímero... breve como el halo un suspiro en el invierno. Es mi imaginación diciendo que llegarás a buscarme. Mi corazón se acelera, se despierta... una descarga tras otra... no hay un descanso... sólo estoy buscándote, aquí, allá... en todas partes. Pero... miro la hora. Es tarde ya. Mi corazón se calma & se desvanece la euforia. Me conformo con esperar a que el ojo del semáforo cambie de lugar. Dicen que es rojo... para mí es gris. Me pierdo en la idea de un color... que no conozco sin ti. De pronto, se mueve de nuevo la lata verde con ruedas... miro unos pocos autos... unas pocas personas andar. Las calles tan pequeñas de día... tan amplias de noche. Cierro los ojos. Vuelvo a abrirlos cuando se detiene. Llegué a la Plaza Municipal. Casi vacía, no la esculco porque se que está vacía, porque se que no estás. Me he echado a andar... sin pensar si quiera... sólo imaginarte... soñarte... pensarte... amarte.
De pronto una mano cálida toca la mano fría de ella. Ella voltea con los ojos muy abiertos, para su sorpresa, él estaba parado esperándola... para llevársela a su hogar. Dicen que esa mujer que bajó en esa estación, jamás se le volvió a ver por allí. Cuentan que un hombre con una gabardina negra, pantalón y camisa se la llevó, otros cuentan que era un hombre muy apuesto con ojos café, cabello negro le robó la tristeza y ella se dejó llevar. Nadie sabe en verdad. Sólo se sabe que esa mujer de mirada perdida desapareció.