Dos meses después de aquel día que la vi, ella me vio. ¿tarde no? Pero me vio. Sus sonrisa trémula se había iluminado. Tenía colores, un arco iris en su mirada, que iluminaba mi mundo, donde había decidido que todo fuera blanco & negro. La atracción era tanta, que podía soñar con su piel sin haberla visto, porque la ocultaba bajo un suéter & un pantalón que nadie podía quitar. ¿& ella? Claro que soñaba, conmigo... sólo conmigo, me había vuelto su mundo, aquel refugio en medio de una realidad, sin mariposas de color, sin dientes de león con los cuales pedir deseos, sin velas que se encienden en una casa de madera, donde afuera siempre es otoño & la vida se consume lentamente, en tonalidades cálidas pero con corrientes de viento frías. No, no había nada de eso, sólo la posibilidad de que ahí residiera nuestro corazón, que compartía cada latido, tan espasmódico... tan sollozante por la distancia.
Cada atardecer nos veíamos en la banca solitaria, frente a la quebrada que nos avisaba del peligro de la muete, la fragilidad de la vida... Del segundo que ya pasó & ya murió frente a frente... Que las personas que éramos hace segundos ya no están, ya fueron & nunca serán de nuevo. Nos veíamos... Nuestros ojos ardían en llamas cálidas, como un corazón palpitante. Pronto, vi sus labios rosados, como el rosicler matutino que anuncia la presencia del alba, sus ojitos de niña buena me contaban sus historias como la criatura loca & desdichada que podía ser, los míos, contaban historias de caballero andante, rescatando princesas, matando dragones... Pero no había encontrado la casita de madera, dónde quedar, ella tenía una casita de madera pero que no podía habitar, porque tan pristina era su aura, que ella sentía que podía corromper.
Tomé su mano, la tomé con fuerza... Ella cerró sus ojos lentamente, se acercó por una fuerza que no podemos describir físicamente, no podía medirla con un dinamómetro, sólo con la pura intuición de que existía... Quizás era un magnetismo que nos hacía alucinar como un par de adictos a esa fuerza que nos llevaba de un lugar a otro... Era la misma fuerza que me llevó a sentarme ahí, ese día. De pronto, sus labios se acercaron, tomé su cabecita, su manita con la otra mano & se hizo presente el beso...
Tomé el estetoscopio de mis sentimientos, ausculté todas y cada una de las cavidades & estructuras dentro del tórax; encontré sus sentimientos y noté que el latir trémulo & sollozante de su corazón se había tornado locomotora, a toda máquina mandaba señales de vida, su cabello se volvió más sedoso, sus manos más suaves, sus labios aterciopelados ahora eran calientitos... & su beso marcó la existencia de un nuevo tiempo, para mí... para ella... para nosotros.
No comments:
Post a Comment